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Tema: Día 4: El bar de Joe (Ocio) Mar Oct 07, 2008 2:21 am
La rutina de los días anteriores se repite: Mendigo Ted irrumpe en vuestras habitaciones a primera hora del día haciendo que todos despertéis de manera brusca y violenta. El desayuno transcurre sin novedad, sin que apenas se crucen palabras entre el grupo, que todavía permanece adormilado. Cuando todos han terminado de desayunar, Mendigo Ted se pone en pie y, con la misma sonrisa bondadosa de siempre, comienza a explicar las visitas programadas para el día de hoy.
- Por lo que veo en vuestras caras, diría que anoche no todos pudieron dormir placidamente. Es cierto que lo que ayer se habló resulta difícil de entender y mucho más aún de aceptar, pero creo que lo conseguiréis. He pensado que estaría bien que cuando esta noche regresemos aquí, todos tengáis una sonrisa en vuestro rostro. Así es que finalmente he decidido que hoy visitaremos todos los lugares de ocio de nuestra pequeña ciudad.-Mendigo Ted habla felizmente apacible, sabedor de que esta noticia os tranquilizará a muchos, sobretodo a aquellos a los que le está costando más afrontar tantos cambios. Las manos del anciano parecen temblar levemente durante unos instante mientras os observa, satisfecho al no ver ningún rostro ceniciento. - Asi es, tenemos varios lugares a los que podréis ir cuando queráis desconectar, sin importar el día o la hora. Vamos a empezar por el bar, que es mi favorito. Espero que os guste
El paseo que se inicia ahora os lleva a lo largo de la ciudad, aparentemente sin un rumbo fijo. Poco a poco el ritmo de la marcha se asienta y vuestro guía comienza a hablaros de nuevo. Poco a poco va continuando con las explicaciones
- Nunca os costará encontrar este bar, creo. Recordad que está a dos calles de la oficina de empleo, para orientaros. Más tarde os enseñaré otros lugares también cercanos, como el banco, la oficina de correos o la comisaría. Éste bar está cerca de casi todo. De hecho, está situado en pleno centro de la ciudad. Abierto veinticuatro horas al día. Siete días a la semana. Si no sabéis como pasar el rato, siempre podéis intentar divertiros en el Joe's. Os aseguro que ese pequeño antro nunca deja de sorprenderte
- ¿Recordáis los viejos tiempos? Me refiero a los años 80 más o menos. Parece tan lejos si miramos atrás, ¿verdad? Esos años en los que la buena música sonaba por la radio y en los que la gente no tenía miedo de lo que podía contener su adn. Eran tiempos de paz, por así decirlo. Recuerdo que en esa época, si viajabas por carretera, era fácil encontrar esa clase de locales. Bares en los que normalmente no entrarías. Solitarios y un tanto misteriosos, pero intrigantemente atractivos. Supongo que no todos habréis estado allí, pero por el cine y los cómics sabréis bien a qué me refiero. Usad la imaginación y esas cosas.- Mendigo Ted sonríe divertido hacia vosotros mientras os señala un lugar en la lejanía, justo tras haber girado en la última esquina. Parece que ya estáis cerca.
Sin saber muy bien cómo, habéis llegado al lugar del que os estaban hablando. Se trata de un bien cuidado edificio que ocupa practicamente toda la manzana y que se alza ante vosotros, al otro lado de la calle. En la parte frontal se pueden distinguir claramente las múltiples entradas al Joe's y el llamativo cartel del mismo. Gruesas puertas de madera oscura sobre las que han colocado algo similar a un toldo de lona azul. Desde la lejanía podría decirse que no parece un mal lugar, dado lo limpia que han mantenido la fachada del edificio y los alrededores. Al igual que el Joe's, toda la manzana parece especialmente cuidada, sin contenedores repletos de basura ni electrodomésticos abandonados. Algunas de las otras calles que habéis recorrido resultaban bastante desagradables pero no ocurre lo mismo con ésta, quizás por estar en el centro de la ciudad. Es un bonito lugar.
- No os he mentido, ¿verdad? El sitio resulta llamativo, incluso exótico en una ciudad en decadencia como la nuestra. Sin embargo, creo que no es malo soñar con la normalidad. Si os digo la verdad, adoro éste sitio. Me encanta el cartel. Recuerda a esos carteles que siempre aparecían en los cómics, anunciando los mejores bares de la ciudad, ¿no? Vayamos pasando al interior, si no os importa, por favor.
Dejando atrás la relativa luminosidad del exterior pasáis ahora al oscuro y cálido interior del Joe's. Poco a poco vuestros ojos van acostumbrándose a la suave penumbre existente, empezando a percibir los detalles del lugar. Se trata de un local bien cuidado y limpio, agradable a primera vista. El aire no está viciado y flota un suave y apetecible aroma a café. Puede reconocerse también el no tan agradable olor a tabaco flotando en el aire, aunque no demasiado asfixiante. Mientras los ojos de todo el grupo recorren el local os vais dando cuenta de que está completamente vacío. Mendigo Ted camina sorprendido por el interior del bar, buscando quizás alguna explicación a tan repentina desaparición de los habituales del bar. Mientras el anciano suspira y os invita a tomar asiento frente a la barra escucháis un leve estruendo procedente de la cocina, seguido por una amable maldición y varias palabras malsonantes. Vuestro guía parece sonreir divertido al reconocer al emisor de tales improperios. Os guiña un ojo mientras golpea la barra con los nudillos, intentando quizás llamar la atención del camarero.
- Ya voy, ya voy, maldita sea. Era una cacerola de casi cinco monedas de plata. Joder. En fin...- Es una voz grave y profunda la que suena desde la cocina, masculina sin duda. Por el tono diríais que el camarero podría estar de mejor humor en estos momentos aunque pronto hace acto de presencia ante vosotros, empujando con su fuerte y rechoncho cuerpo las puertas de la cocina y apareciendo ante vosotros.
Se trata de un hombre de unos treinta o cuarenta años, de aproximadamente un metro setenta y fornida complexión. El cráneo, afeitado por completo, muestra varias pequeñas cicatrices que parecen ya bastante antiguas. Su rostro posee las duras y abotargadas facciones de un boxeador, incluyendo pequeñas cicatrices en los labios y las cejas, todas ellas también de otros tiempos. Mientras todos paseáis vuestro mirar por su cuerpo, de arriba a abajo, el hercúleo propietario del local cruza los enormes brazos a la altura del pecho. Sus pequeños y discretos ojos castaños os observan ahora lentamente, quizás intentando reconocer alguno de vuestros rostros.
- ¡Hey, Joe! Buenos días. ¿Cómo va todo? Esto está bastante parado por lo que veo, ¿ha pasado algo de lo que no me haya enterado?- Mendigo Ted sonríe afable apoyando los codos sobre la barra mientras examina al camarero boxeador mientras éste os estudia a vosotros. - Son recién llegados. Bueno, llevan ya aquí unos días. Espero que pronto se conviertan en tan buenos clientes del Joe's como yo. Tu también, ¿no?
- Buenos días, Mendigo Ted. Estaba mirándolos y ya me parecía que no reconocía a ninguno. Me temo que mi memoria sigue tan mala como siempre. El grandullón dibuja una enorme sonrisa en su ancho rostro, de oreja a oreja, mientras mira a vuestro guía. Una de sus manos sube hasta la cabeza, rascándose la frente en un simpático y despistado gesto.
- ¿Y la gente?- Mendigo Ted sacude ligeramente la cabeza, sonriendo hacia Joe. Con la cabeza realiza un pequeño gesto señalando el bar, en el que sólo estáis vosotros.
- Había algún tipo de fiesta en Inferno así que allí ha ido todo el mundo. No me importa demasiado porque así he aprovechado para hacer limpieza general y para descansar un poco. Me tomo el trabajo demasiado en serio y a veces no recuerdo lo agotado que estoy.- el enorme y ligeramente bobalicón camarero parece entretenido jugando con sus manos en el delantal mientras os observa.
- Nosotros apenas te molestaremos, sólo quería enseñarles éste lugar y dejarles que puedan disfrutar de una copa o un refresco. He traído dinero para que no te quejes, ¿eh?- Mendigo Ted se mete la mano dentro de los pantalones y rebusca hasta encontrar la pequeña bolsa en la que oculta el dinero, sujeta quien sabe dónde y cómo. Con cuidado saca varias monedas, calculando lentamente cuantas son necesarias para las consumiciones.
- No te preocupes Ted, la primera de éstos chicos la paga la casa. La tuya esta vez también, pero no te acostumbres. Decidme de uno en uno lo que vais a tomar y os lo iré sirviendo. Parte de mi trabajo también es escuchar a mis clientes así que si alguna vez os apetece hablar, siempre me tendréis dispuesto.-Joe se lleva las manos a las orejas echandolas un poco hacia adelante, de manera cómica, haciendo que parezcan todavía más enormes. Mientras os va sirviendo vuetras consumiciones, se inicia una tranquila y relajada charla sobre los sitios que ya habéis visitado. Es una charla amena y tranquilizadora, reconfortantemente normal después de tantas cosas raras como habéis visto.
Las horas pasan charlando entre vosotros y con el camarero. Aunque las siguientes consumiciones ya corren a cargo de Mendigo Ted, la amable sonrisa de Joe parece invitaros a regresar cuando queráis. Al pasar tanto tiempo sentados frente a la larga barra de madera podéis descubrir que la cubierta no es de madera sino de titanio, lacado en color negro. Sorprendentemente, los sencillos taburetes en los que os encontráis sentados ahora mismo parecen construidos en el mismo material que la parte superior de la barra, quizás por simple seguridad para los clientes más voluminosos.
Finalmente la visita termina y poco a poco todo el mundo se despide. Mientras vosotros iniciáis la marcha con Mendigo Ted a la cabeza, Joe comienza a recoger los vasos y copas de vuestras consumiciones. El sol brilla a través de la cúpula, calentando brevemente vuestros cuerpos mientras la marcha se aleja del pequeño y modesto bar.