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 Día 2: La mafia

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SQuiZo
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Fecha de inscripción : 15/07/2008
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MensajeTema: Día 2: La mafia   Día 2: La mafia I_icon_minitimeVie Sep 19, 2008 1:20 am

Al abrir los ojos durante un instante te parece estar de nuevo en tu hogar pero esa agradable sensación apenas dura un segundo. Escuchas un sonoro bostezo que resuena a través de las paredes, por todo el edificio. Se escuchan pasos y algunos ruidos, como si lentamente la gente fuese despertando, comenzando su rutina diaria. Al echar un vistazo a tu alrededor puedes recordar inmediatamente la habitación en la que te encuentras, la misma en la que fuiste instalado ayer tras la cena con Mendigo Ted. Es una estancia pequeña y no demasiado acogedora, ocupada unicamente por una cama individual, un armario de reducidas dimensiones y un pequeño escritorio situado contra la pared, cercano a la ventana.

Apenas tienes tiempo para moverte de tu catre pues se escucha un ruido en el pasillo, seguido de una ruidosa y malsonante exclamación. Reconoces la voz como la de Mendigo Ted, que entra en tu dormitorio apenas unos segundos más tarde con el rostro todavía marcado por el enojo y una leve somnolencia


- Buenos días. El desayuno será servido dentro de diez minutos y dentro de treinta aproximadamente saldremos a nuestra primera visita. Intenta asearte y vestirte rapidamente para no retrasar al resto del grupo. Todas las respuestas que tanto anhelábais ayer están ahora al alcance de vuestra mano, eso si no sois demasiado perezosos para salir a buscarlas.- Mendigo Ted sale de la habitación como una exhalación cerrando con un portazo tras de si. Por los ruidos que puedes escuchar a lo largo de todo el pasillo, la misma escena que ha tenido lugar en tu habitación se está repitiendo en toda la planta.

Tal y como había sido anunciado, el desayuno se inició transcurridos exactamente diez minutos y terminó cuando apenas habían pasado veinte desde que Mendigo Ted entró en la primera de las habitaciones. Aunque la mayor parte de la gente se despertó inmediatamente algunos tardaron un poco más en incorporarse y no tuvieron la posibilidad de terminar su desayuno para cuando llegó la hora de partir. Algunos intentaban conjeturar que les podría deparar el destino y otros se limitaban a seguir la decisión de la mayoría, como pequeños y temerosos borregos.

- Me imagino que la mayor parte de vosotros todavía no ha comenzado a asumir el pequeño giro que su destino ha dado pero debo deciros que pronto lo haréis. Por decirlo de algún modo, hoy es el comienzo de vuestras nuevas vidas. Dado lo importante que es el que comencéis a conocer vuestro entorno, he decidido presentaros en primer lugar a alguno de nuestros más influyentes ciudadanos. Puedo decir que, al contrario que vosotros y que yo mismo, éstas personas que vais a conocer, elegieron venir a este lugar. Voluntariamente aceptaron ser enviados aquí sabiendo que jamás podrían regresar.- Mendigo Ted traga saliva ruidosamente, intentando encontrar unas palabras adecuadas para explicaros la historia de estos individuos sin entrar en demasiados detalles- Podríamos decir que éstas personas son el equivalente a los pioneros en el salvaje oeste. A ellos debemos todo en lo que se ha convertido nuestra ciudad: es gracias a ellos que gran parte de estos edificios fueron construidos y también el que se mantengan en pie. Cuidan de nosotros y velan por nuestra seguridad pero no son médicos, bomberos ni policías. Los grandes hombres a los que la ciudad debe su vida son electricistas, fontaneros, cerrajeros y albañiles...- vuestro guía mira receloso de un lado al otro antes de proseguir con su relato, receloso de que alguien pueda permanecer a la escucha- La lista continua pero no quiero extenderme. Puede que os sorprenda escucharlo pero los servicios que ofrecen siempre serán requeridos en una ciudad en decadencia como es la nuestra y es por ello que no tardaron mucho tiempo en darse cuenta de su propia importancia, organizándose a modo de sindicato para mantener controlado todo el territorio sin rivalidades ni competencias. Podéis imaginar lo poco que el sindicato se mantuvo en la legalidad: comenzaron a emplear todos los medios necesarios para conservar el negocio que habían creado. Así es cómo llegaron a convertirse en una organización criminal que adoptó gran parte de la tradición mafiosa europea, incluso hasta el punto de que fue designado un patriarca para dirigir a la familia. Será una experiencia interesante para todos vosotros, de verdad.

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Tras abandonar el edificio en el que habéis pasado la noche, simplemente os dejáis llevar siguiendo el ritmo Mendigo Ted. Sus pasos son más rápidos de lo que cabría esperar, teniendo en cuenta que es un anciano y que su salud no parece del todo estable. Al cabo de un rato os cuesta mantener el agitado ritmo que os marca.
La caminata os aleja de la zona en la que despertásteis ayer y os va internando poco a poco en la ciudad. Una ciudad oscura y exótica que no deja de sorprenderos con cada paso que dais. Al contrario que el día anterior, ahora sí podéis ver otras personas que también han iniciado su jornada y cumplen con sus quehaceres de manera laboriosa pero apenas podéis prestarles atención. Ted acelera más el paso y os obliga a concentrar vuestros esfuerzos en no separaros del grupo, impidiendo así que curioseeis demasiado.
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MensajeTema: Re: Día 2: La mafia   Día 2: La mafia I_icon_minitimeJue Sep 25, 2008 3:01 am

Aunque estuviese en juego una gran fortuna o incluso vuestra vida, sería complicado que consiguieseis recordar el camino que Mendigo Ted ha elegido para guiaros en ésta ocasión. Recorre la ciudad de una punta a la otra, sin detenerse y sin dejaros ni un segundo para tomar aliento o tratar de memorizar la ruta os ha llevado directamente hacia la zona del cementerio: un oscuro y sombrío barrio que parece invadido por la tristeza que desborda ese lugar.
Mientras recorréis las grises losas de la acera, frente al cementerio podéis reconocer una tenebrosa mansión que se alza imponente y sombría, majestuosa y terrible sobre la ciudad. Un edificio alto y retorcido, de siniestras formas y tétrica estructura. Desde la lejanía podéis distinguir un tejado negro, pero ahora cubierto por una impresionante capa de polvo. Las paredes de la mansión son de mármol grisáceo, posiblemente el mismo tipo de piedra que habéis visto empleada en todo el cementerio, tanto para las lápidas como para las esculturas. Las estilizadas ventanas lucen cubiertas de mugre en su mayoría o bien tapiadas completamente, impidiendo la visión. Podríais decir desde esta distancia que la casa semeja abandonada desde hace mucho, pero pronto vislumbráis una ténue luz procedente de una de las ventanas: un resplandor tétrico y oscilante que bien podría provenir de una vela. Cuando la distancia se reduce más, os llama la atención el extenso jardín que rodea la casa, cubierto por una espesa capa de hierba sin cortar y maleza de todo tipo: parece como si hubiese permanecido salvaje durante años. Muchos años.

Tan pronto como ponéis los pies frente al jardín podéis notar un olor acre y rancio que va poco a poco en aumento, conforme os váis acercando a la mansión. En el aire flota un putrefacto aroma que inunda lentamente vuestras fosas nasales, esparciéndose por vuestro interior. Algunos de vuestros compañeros se tapan la nariz, asqueados, pero nadie hace comentarios quizás temerosos de la propia mansión y de esa terrible sensación de peligro inminente. Notáis con toda claridad como esa sensación crece a medida que os acercáis más y más, del mismo modo que esa nausabunda esencia. Algún compañero hace comentarios desagradables sobre ese lugar al que os han guiado pero pronto se calla, quedándose en completo silencio cuando Mendigo Ted comienza a hablar.


- El olor es un poco desagradable por todo lo de los cadáveres que están enterrados por aquí. Creo que si los visitáis con frecuencia acabaréis por acostumbraros.-Por un momento parece que un escalofrío recorre a todo el grupo mientras poco a poco sus rostros palidecen levemente. Algunos cuchichean y otros murmuran mientras unos pocos se mantienen tranquilos, como si algo así no pudiese afectarles o como si ya hubiesen llegado a esa conclusión sobre el origen de la vomitiva peste. Mendigo Ted avanza siguiendo con minuciosa cautela el irregular camino pedregoso que conduce a la entrada y os hace gestos para que dejéis vuestra pose boquiabierta y lo sigáis- No pongáis esas caras porque os recuerdo que acabámos de comenzar. Aquellos de estómago sensible deberán hacer hoy un esfuerzo y comportarse como es debido si no queréis que todos nos metamos en problemas.

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Mendigo Ted se detiene frente a la oscura y retorcida entrada esperando a que todos los demás lleguéis junto a él. Frente a vosotros se encuentra esa tétrica puerta, de aspecto robusto y antiguo, fabricada en lo que podría ser ébano, en otros tiempos más oscura pero que ahora luce descolorida y llena de agujeros producidos por la carcoma. Tras observar unos instantes la puerta os percatáis de que no hay timbre ni pulsador, sino una enorme y pesada aldaba de metal plateado cubierta por una, aparentemente, centenaria capa de polvo. Vuestro guía sonríe debilmente apenas un segundo mientras estira su mano hasta ella y la sujeta durante unos instantes para luego dejarla bajar y golpear la puerta. El sonido es impactante, duro y sordo. Durante unos instantes da la impresión de que resuena en toda la casa e incluso por todo el barrio.

El abrumador silencio parece intimidar a todos los presentes por igual mientras permanecéis a la espera de algún tipo de respuesta. Durante varios minutos parece que ya nada va a ocurrir, cuando algo comienza a escucharse en el interior de la mansión:unos pasos, lentos y siniestramente escalofriantes, resuenan en el interior, acercándose poco a poco hacia la puerta. Mientras una gota de sudor recorre vuestra frente o la de vuestros compañeros, notáis como la madera del suelo rechina amenazante, con cada movimiento que ese desconocido realiza. De pronto y sin que nadie pudiese esperarlo, Mendigo Ted estornuda de manera violenta y extremadamente sonora haciendo que por poco todos sufráis un ataque al corazón al mismo tiempo. Se disculpa brevemente en voz baja para después proceder a limpiarse con la manga de la camisa los verdosos mocos que escurren desde su nariz.

Finalmente la puerta se abre y ante vosotros aparece un personaje de aproximadamente un metro y cincuenta centímetros y de complexión obesa. Durante unos instantes apenas podéis percibirlo dada la penumbra que ocupa el interior de la mansión pero como de la nada se encienden varias velas por toda la estancia y os permiten observar más detenidamete a vuestro "anfitrión". Es un hombre llegado quizás ya a los setenta años, con un rostro redondeado, rubicundo y recorrido por las profundas arrugas de la edad. Una amplia y bulbosa nariz ocupa gran parte del rostro, siendo soporte para unas pesadas y anticuadas gafas de sol oscuras. Sobre los gruesos y envejecidos labios del anciano puede verse un mostacho frondoso y espeso que practicamente cubre su boca, dejando a la vista solo un enorme puro encendido que palpita rojo y brillante frente a vosotros.
Su forma de vestir también os llama la atención y aunque intentáis no parecer demasiado curiosos, no podéis evitar fijaros que éste hombre viste con el púrpura asociado a algunos hombres de la iglesia y además lleva un alzacuellos, pálido y relucientemente visible incluso bajo el amplio y generoso cuello del anciano.

Mendigo Ted inclina respetuosamente su cabeza y algunos de vuestros compañeros lo imitan, haciendo que poco a poco todos realicen el mismo respetuoso gesto hacia vuestro anfitrión. En su rostro se va dibujando muy lentamente una amplia sonrisa, dándole a su rostro un aspecto bondadoso, caritativo incluso. Sin duda parece satisfecho con un pintoresco grupo como éste comportándose de una manera tan educada y cordial. Retira el puro de entre sus labios, sujetándolo con unos dedos cortos y regordetes y durante un instante parece que está a punto de hablar pero en lugar de eso se limita a expulsar muy despacio una pesada y asfixiante bocanada de humo que se expande lentamente.


- Buenos días, Padre Constanza, espero que no le interrumpa ni le moleste nuestra visita. Estas personas que tengo detrás de mi son los recién llegados a la ciudad y estoy ofreciéndoles un pequeña visita por nuestro paraíso particular. Como siempre, me ha parecido correcto traerlos aquí en primer lugar por si usted pudiese considerar necesario indicarles algo o prevenirlos en cualquier sentido. - Mendigo Ted habla con una voz susurrante y entrecortado, dirigiéndose cabizbajo hacia vuestro anfitrión. No parece que se trate de un discurso preparado, dado lo mucho que parece costarle elegir cada palabra. Su cabeza se inclina un poco más cuando ha terminado de hablar, esperando algún tipo de respuesta.

- Has hecho bien, amigo Ted. Como siempre es bueno saber si hay nuevos ciudadanos en nuestras calles. Lamentablemente me temo que el resto de la familia está ocupada ahora mismo y no podréis conocerlos, pero igualmente estáis invitados a volver aquí cuando os apetezca. Me gustaría mucho que cada uno de vosotros me hiciese una visita cuando tenga tiempo para poder conocer un poco mejor a nuestros nuevos vecinos y para poder ayudaros en lo posible a comprender éste místico lugar en el que nos encontramos.- Su voz suena dominante y seca y aunque sus palabras son agradables podéis notar como un escalofrío recorre vuestra espalda. Su tono serio y calmado deja entrever pese a todo que hay mucho más oculto tras sus palabras, algo que quizás no resulte agradable descubrir.- Sin embargo, creo que hoy mi agenda está completa y no podré entrevistarme con ninguno de ustedes. Espero que sepan disculparme y ser pacientes conmigo.

- No creo que haya problema, señor. Ahora ellos sabrán a dónde deben venir si necesitan ayuda y también a quién deben recurrir. Podrán esperar para conocer a los demás.-
Mendigo Ted retrocede un paso mientras asiente levemente con la cabeza, de manera servil. Sus ojos se mantienen fijos en la figura del Padre Constanza que se retira lentamente hasta desaparecer de nuevo en la penumbra. Cuando la puerta se vuelve a cerrar y se escuchan los pasos del anciano recorriendo la mansión escucháis como Ted suspira profundamente, aliviado y libre nuevamente. Sus ojos os recorren uno a uno observando vuestras expresiones con cierta curiosidad.- La verdad es que no me esperaba ésto. No es frecuente que sea él quien abra la puerta, os lo aseguro. Acabáis de conocer al patriarca de la familia así que supongo que ahora podréis entender por qué he intentado ser cortés y educado con él.

Lentamente dais la vuelta y regresáis por el empedrado sendero que recorre el jardín, sumidos de nuevo en el inquietante silencio y en el hedor que desprende el lugar, una peste que durante un rato habíais olvidado por completo.

- Tarde o temprano tendréis que volver aquí. Quién sabe para qué. Tened cuidado e intented no enfadar a nadie o seréis añadido a la colección de "adornos de jardín" de la familia.

El regreso a "casa" es más lento y más soporífero que el camino inicial pues Mendigo Ted no deja de daros indicaciones para que, ahora sí, podáis recordar el recorrido que os separa del cementerio y de la tétrica mansión que acabáis de abandonar. Cuando lográis llegar al refugio ya está comenzando a anochecer y pronto caéis dormidos y así termina vuestro día: habéis entrado en contacto con la mafia local y todavía estáis vivos para contarlo.


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