Día 1: Amanecer

Tema: Día 1: Amanecer Jue Sep 18, 2008 1:27 am

Despiertas muy lentamente, sin apenas ser consciente de lo que te rodea. Percatarte poco a poco de que no estás en ningún lugar conocido e ir dejando que el pánico invada tu cuerpo mientras tu confusa mente intenta recomponer los insuficientes recuerdos en una imagen coherente que te permita explicar como has acabado aquí.
Mientras tu mente va recuperando su agilidad puedes ir notando otros detalles que anteriormente habían pasado totalmente desapercibidos para ti, como un suave olor a hierba verde y húmeda, a tierra y a lluvia. Desconcertante, sin duda. Sobretodo teniendo en cuenta que estás tumbado sobre una superficie asfaltada, probablemente una carretera.
Al intentar moverte puedes notar inmediatamente como tu cuerpo todavía no ha despertado del todo de ese extraño letargo en el que te encontrabas y del que apenas recuerdas nada. Tus músculos están entumecidos y un ligero cosquillero recorre tus extremidades como si de algún modo estuvieses saliendo de una anestesia.
Finalmente consigues moverte un poco y empiezas a reconocer los alrededores, tal vez intentando identificar el lugar en el que te encuentras por si existiese la posibilidad de pedir ayuda o de encontrar una explicación a la pregunta que llevas un rato evitando: ¿cómo he llegado aquí?

Cuando consigues ponerte en pie y recorres los alrededores te das cuenta de que ese lugar, en el que te encuentras ahora, es totalmente desconocido para ti. Sin encontrar una explicación coherente te percatas de que muy arriba en el cielo puede adivinarse la perfectamente lisa superficie de una especie de burbuja que parece separaros del sol. Esa luz que se filtra y caldea levemente tu cuerpo parece totalmente diferente bajo esa membrana traslúcida, como si hubiese perdido gran parte de su "magia".
Apenas puedes darte cuenta de que, de pronto, no eres el único que está observando ensimismado el cielo. Tras recorrer los alrededores del mismo modo que tu lo has hecho, varias personas totalmente distintas unas de otras se han ido reuniendo muy cerca de dónde estás ahora, todas ellas con una profunda expresión de desconcierto, muy similar a la tuya, marcada en su rostro. Nadie habla porque nadie tiene muy claro qué le ha pasado ni tampoco si los demás pueden resultar hostiles. El hostil silencio parece preceder una inevitable catástrofe: el terrible enfrentamiento entre desconocidos que se culpan mutuamente de sus desgracias.
De pronto la calma es rota por una voz que resuena a través de las calles, la voz de una persona de avanzada edad que parece acercarse a la posición en la que os encontráis. El tenso silencio desaparece mientras todo el mundo se pone en guardia, temeroso de quien pueda estar tras todo esto.

- Recién llegados, ¿verdad? Supongo que me corresponde a mi guiaros dado que nadie hay a nuestro alrededor que pueda hacerlo mejor que yo. Reconozco que mi aspecto podría ser un poco mas agradable a la vista y al olfato pero no debéis ser descorteses con aquel que puede responder vuestras preguntas, al menos las primeras. Disculpad por no haberme presentado, podéis llamarme Mendigo Ted porque así me conoce todo el mundo. Encantado de conoceros, forasteros - Cuando la figura aparece caminando en vuestra misma calle os sorprende ligeramente el percataros de que apenas debe llegar a los 150 centímetros de estatura y de su frágil complexión. Se trata de un varón de avanzada edad, de pelo canoso y espalda encorvada. Poco a poco este personaje se acerca a vosotros caminando lentamente, permitiendo que captéis más detalles sobre él. Se trata de un asiático y parece estar vistiendo unos pantalones y una camisa que en otro tiempo fueron blancas y que ahora lucen de un color amarillo, completamente desgastados y llenos de agujeros.

- Tranquilos, no pongáis esa cara de sorpresa. Tendréis tiempo para encontrar todas las respuestas que buscáis y también para entenderlas. De momento, creo que debo explicar dónde nos encontramos. Os han traído a una ciudad perdida. Un campo de concentración que no pertenece a ninguna nación. Esta inmensa cúpula que contempláis nos separará de la humanidad para siempre: ésta es nuestra condena y es la pura verdad. Nuestro "hogar" jamás ha aparecido en los mapas y jamás lo hará. Nuestra ciudad está situada en una paradisíaca isla del Atlántico pero nadie viene voluntariamente ni lo hace para disfrutar del clima. Nuestro hogar es la tierra de aquellos que han sido condenados en vida

Mendigo Ted os lleva hacia un edificio bajo y alargado que no está muy alejado del lugar en el que despertásteis. Se trata de un complejo bastante pobre y deteriorado que sin duda ha visto tiempos mejores. Notáis un penetrante olor que se incrusta en vuestro sistema olfativo, haciendo despertar de golpe a vuestro estómago, haciendo que recordéis el mucho tiempo que lleváis sin probar bocado. Todos los que habéis despertado parecéis igual de confusos y aunque nadie confía de momento en los demás, la calma se mantiene mientras vuestro guía se dirige sin dudar hacia la entrada principal del edificio. De entre sus ropas saca una llave oxidada que permanece anudada en el extremo de una mugrienta cuerda que saca de su bolsillo. Podéis observar, no sin cierto recelo, como lucha durante unos instantes con la cerradura antes de conseguir abrirla. Mendigo Ted os dirige una sonrisa llena de dientes amarillos mientras empuja la desvencijada puerta hacia el interior, haciendo que ésta se abra.

- La primera lección que tal vez debáis aprender aquí es la de no juzgar un libro por su portada. Pasad al interior y podréis comprobar que el lugar no es tan horrible como parece. Aparte de eso tendréis un plato lleno y un lecho esperando para cuando queráis dormir, creo que es más de lo que podríais conseguir por vuestra cuenta en éstos momentos, ¿no? Os acompañaré al comedor y después a vuestros dormitorios para que podáis descansar e incluso asearos si lo consideráis necesario. Cuando todos estemos preparados comenzará la segunda etapa del viaje.- Vuestro interlocutor sonríe pacientemente mientras uno a uno vais entrando en aquel poco reconfortante refugio. De acuerdo con sus palabras, Ted os guía directamente hacia el comedor, de dónde descubrís que procedía aquel apetitoso aroma captado brevemente en la calle. Mendigo Ted toma asiento y os invita a hacer lo mismo con un sencillo gesto.

- Que aproveche a todo el mundo - inclinando respetuosamente la cabeza antes de comenzar a comer, sin más